Un hombre se entrena permanentemente para redimirse de un acto que ha cometido de características trascendentales para la humanidad. En esa obcecada preparación van sucediendo situaciones sorprendes y cambiantes que develan aspectos ocultos y causas que lo han llevado a la situación que vive.
“Réquiem para noches claras”, la nueva obra de Carlos Alsina, remite a un futuro imaginario pero podría bien hablar del presente inmediato. El estreno, bajo la dirección del autor y con la actuación de Federico Cerisola, será esta noche a las 22 en El Pulmón (Córdoba 86).
“Mi personaje teme no poder redimirse por el acto que cometió. Su objetivo es estar preparado para un eventual momento en el que le sea posible tomarse una revancha, cuestión que no le será fácil. Se siente traicionado y arrepentido de lo que hizo. Pero no deja de entrenarse, de prepararse obsesivamente para ese casi imposible reencuentro con quienes lo traicionaron”, le adelanta Alsina a LA GACETA.
- ¿Tus personajes están condenados de antemano por sus actos?
- Depende mucho del género teatral que escriba y de las características de cada obra. Pero, en general, no. Comienzo a escribir a partir de una vaga idea, imagen, recuerdo o dato de la realidad. Poco a poco van apareciendo los personajes o sus relaciones. Se trata de un proceso por descarte. Es decir, al escribir me digo: “este personaje no puede decir o hacer esto en este momento. No es coherente”. Van quedando sólo las posibilidades que no pueden ser descartadas. El texto entra en una suerte de brete del que es muy contradictorio al final, salir. Los personajes mismos, en relación a sus conflictos y oponentes, van “condenándose”. Si dirijo una obra mía, la someto a una nueva crítica. El público ve y escucha lo que no pudo ser derribado.
- ¿En qué consiste la responsabilidad individual cuando la destrucción es global?
- En todo lo que hacemos existe una ética individual. Sin embargo, la organización social en la que vivimos no permite una misma ética para las diferentes clases sociales. Un desposeído, un excluido violentamente del sistema (no hay mayor violencia que la que ejercita, en modo silencioso, este sistema), que conoce y usa sólo 300 vocablos para expresar el mundo, que vive hacinado y con necesidades vitales mínimas sin cubrir, no puede tener la misma “responsabilidad individual” que un CEO de una empresa minera, que los propietarios de un pool de siembra que no dudan en desforestar, que los grandes empresarios o, incluso, que los integrantes de las clases medias, en otra medida. La posible destrucción del planeta, a causa de múltiples factores, no es otra cosa que la enorme desigualdad social, que el desequilibrio colosal que vivimos.
- ¿Por qué demoró tanto tiempo el estreno y por qué no la montaste en Italia directamente?
- Terminé de escribir esta obra en julio de 2018. Cuando regresé a Tucumán, como lo hago todos los años (salvo durante la pandemia), intenté estrenarla pero el actor tuvo un problema de fuerza mayor que le impidió representarla. Al regresar a Italia tenía el compromiso de terminar dos puestas: una en Verona sobre la vida de Antón Chejov, “Chejoviando”, y otra en Milán, con mi texto “El desafío de las tres hermanas”. No tenía tiempo para introducir otro proyecto que, por otra parte, suelen programarse allá con bastante anticipación. A fines de febrero de 2020 estalló la pandemia y se detuvo la actividad teatral, incluso de esos proyectos que estaba ensayando. Quizás ahora cobre un sentido aún más actual; cuando la escribí, fue premonitoria.
- El planteo conceptual en tu sucesión de obras, desde hace décadas, apunta a una crisis sistémica del capitalismo, ¿por qué no prospera una salida alternativa?
- Porque no existe una dirección política que posea una índole profundamente transformadora. Es muy difícil “volver” de la desilusión en proyectos políticos (casi siempre sólo reformistas y, por lo tanto, condenados al fracaso) y reconstruir la esperanza y la lucha por un mundo mejor. Estoy convencido que la única salida para la actual situación mundial es un cambio de raíz en el sistema de producción. Nos encontramos en esos cruciales momentos de la historia en los cuales lo viejo no termina de morir y lo nuevo no logra nacer. Lo preocupante es que esa nueva esperanza a nacer no logra, todavía, encauzar la dirección transformadora justa y eficaz. La agonía, entonces, será más dolorosa y, por supuesto, no está asegurado ningún futuro eterno para la humanidad ni para este planeta. Pero la dinámica de la historia no es lineal y las contradicciones explosivas entre las clases sociales pueden producir fenómenos que no se ven en la superficie.
- ¿Hay una naturalización de la tragedia humana que nos animaliza y embrutece?
- Cinco millonarios perdieron la vida en una excursión para observar los restos del Titanic. Cientos de inmigrantes de los países pobres o en guerra, casi todos de clases sociales bajas, suelen naufragar en el Mediterráneo. Fueron obscenamente desiguales los recursos destinados en cada caso. Con certeza, la naturalización de la tragedia, del genocidio silencioso que estamos viviendo, hace olvidar el cuerpecito del niño sirio Aylan Kurdi, no hace mucho tiempo extendido sin vida en una playa del Mediterráneo. Hubo miles más de Aylan sirios, mexicanos, bolivianos, senegaleses, árabes, etcétera en todos los rincones del planeta. No creo que el problema se reduzca a la insensibilidad de los poderosos pues hay algunos de ellos que, incluso, mantienen fundaciones de beneficencia y se preocupan por el hambre, por el clima y por el paisaje y las especies animales. No es una cuestión personal o de bondad particular. Se trata de las relaciones ya caducas de un capitalismo en estado senil, que no da respuesta a las necesidades básicas de la gran mayoría de la población mundial. ¡Y algunos piensan que pintando las paredes de un edificio que se está derrumbado evitarán la caída!
- ¿Podemos evitar la destrucción inminente?
- No creo tener una respuesta. Las perspectivas no son muy alentadoras dada la crisis de una dirección política transformadora. Esa es la principal tragedia de la humanidad. Sin embargo, se producen luchas y levantamientos; reacciones populares; la angustia y la fragmentación crecen; las innovaciones tecnológicas maravillosas de las últimas décadas están al servicio de las ventas y del aislamiento, pero también pueden ser usadas en sentido inverso… vivimos situaciones paradójicas y contradictorias. Lo que me parece claro es que todo dependerá de nuestras acciones colectivas, de nuestra organización concreta para evitar la destrucción y construir un mundo más justo, en el marco de una aguda (y ocultada) lucha de clases.
Despedidas
En la sala Orestes Caviglia (San Martín 251), a las 21 y con entrada libre y gratuita será la última función de la tragedia de William Shakespeare, “Macbeth”, en versión y dirección de Carlos Correa al frente del Teatro Estable de la Provincia. La aspiración de alcanzar un poder absoluto, aunque para ello deba caer la traición y el asesinato, obsesiona a un cortesano sin caer en los riesgos que ello implica. Actúan, entre otros, Marcos Zerda, Eloísa Martínez Romero, Nelson Alfonso, Mariano Juri, Guillermo Arana, Emilia Guerra y Sergio Aguilar.
También se despedirá de los escenarios “Bengala”, de Alfredo Megna, con actuación de Marcelo Katz dirigido por Teresita Terraf. Será a las 22 en la Sala Ringo Box (Marcos Paz 419), con la historia de un boxeador que pretende un regreso con gloria para reconquistar un amor perdido.